Por: Alberto Urrutia.
Debe ser duro para alguien de tan delicada profesión quedar sin reconocimiento, tirado al rincón, aislado y sin paga.
Cuando usted escuche el caso, si lo escucha, de un tal Juan Juan Almeida, piense en un grotesco personaje, con dotes de autosuficiencia como para autodeterminarse «Analista y Escritor», piense simplemente en un traidor- y no es retórica- es un traidor de causa, de ideas, con todos los rasgos distintivos de esa repudiada especie, pero además es también traidor de un padre, de una familia, sin dudas el escalón más bajo de la vil traición.
Roma paga a sus traidores… dice un viejo refrán… Gran Miami pagó a Juan Juan, lo utilizó, pero al notar los pocos dividendos que aportaba, lo engavetó, lo dejó como niño que llora sin atención, en estado de pataleta, y fue así como el «pobre señor» debió inventarse un título…
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